Oberlin Cortez Peña, quien trabajaba en la estación Falfurrias de la Patrulla Fronteriza, fue condenado por colaborar con una banda de traficantes de personas y que también le pidió ayuda para traficar cocaína por una garita fronteriza. No sabía que un coyote se había vuelto informante del gobierno.
Un juez federal de Texas impuso una sentencia de 10 años de prisión a un agente novato de la Patrulla Fronteriza que reconoció haber ayudado a traficantes de personas y de droga en Texas.
Oberlin Cortez Peña, de 23 años, quedó bajo custodia federal el viernes y ahora espera su traslado a una prisión para cumplir su castigo. Se había declarado culpable el pasado 17 de diciembre.
Los fiscales afirmaron que tenían evidencia suficiente para comprobar que Cortez Peña “usó su conocimiento como agente de la Patrulla Fronteriza” para aconsejar a criminales sobre cómo evitar que en garitas fronterizas detectaran droga y migrantes que ocultaban en autos particulares.
También les indicó cómo esconder sustancias ilícitas y distraer a los perros antinarcóticos.
Él mismo cruzaba, de México a Texas, antes que sus cómplices para garantizar que usarían un carril inspeccionado por un policía novato o menos estricto, de acuerdo con el gobierno federal.
Los investigadores descubrieron a Cortez Peña en junio de 2021, cuando fueron notificados de que un oficial fronterizo estaba recibiendo sobornos a cambio de ayudar a una banda de coyotes. Su tarifa era de 500 dólares por cada cruce con migrantes, describe la acusación.
El 22 de julio de 2021, un día después de que los traficantes pasaron migrantes a Texas, el agente se reunió con uno de ellos en el centro comercial La Plaza, en McAllen, para conversar sobre cómo pasar 11 libras (4.9 kilos) de cocaína por un pago de 1,000 dólares.
No sabía que el coyote se había vuelto un informante de la oficina de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI), una dependencia policial del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE).
El Departamento de Justicia alega que Cortez Peña participó en el tráfico de dos cargamentos de cocaína, cada uno con más de 11 libras de la droga.
En una ocasión él recomendó posponer el cruce ilícito porque consideró que los funcionarios aduanales en ese turno “eran buenos” y no quería arriesgarse.
Cada vez, el oficial fronterizo viajó delante de sus cómplices, vigiló a cierta distancia el avance de los cargamentos y se reunió con los coyotes en el lado estadounidense para recibir su pago.