La investigadora Cristina Barros sostiene que los negociadores mexicanos, destacadamente el secretario de Agricultura, Víctor Villalobos, no han defendido bien la prohibición de comprar maíz transgénico a Estados Unidos.
La investigadora Cristina Barros —integrante de la campaña Sin Maíz No Hay País— sostiene que los negociadores mexicanos, destacadamente el secretario de Agricultura, Víctor Villalobos, no han defendido bien la prohibición de comprar maíz transgénico a Estados Unidos, pese a que están demostrados los daños que causa a la salud y al medio ambiente, sobre todo para México donde se consumen 300 millones de tortillas al día.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El maíz está indisolublemente ligado a nuestra historia, tradiciones culinarias y cultura milenaria, y ante la amenaza de Estados Unidos por el decreto presidencial que prohíbe la importación de maíz amarillo transgénico, la investigadora Cristina Barros señala que no hay disposiciones en el T-MEC que obliguen a México a seguir comprando ese grano.
Lo importante es fundamentar muy bien las razones, dice, y expresa su preocupación por los negociadores de la parte mexicana, particularmente el secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Villalobos:
“Ha repetido en varios foros, en las últimas semanas, que el maíz amarillo transgénico no hace daño a la salud. Me parece que ya está cargado de un lado y no precisamente del más nacionalista, no del lado de México, sino el relacionado con la agroindustria y la posición de los otros países del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC)”.
Coautora con Marco Buenrostro de libros como La alimentación de los antiguos mexicanos en la Historia Natural de Nueva España, y maestra en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, indica que México se puede apegar al artículo 24 del tratado comercial, donde se establece el derecho de los países a tomar decisiones en relación con productos de importación vinculados con temas ambientales y de salud.
Asimismo, presentar el informe del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) sobre los impactos de los productos transgénicos –no sólo maíz, sino también algodón y soya, entre otros asociados al glifosato– en la salud del medio ambiente y de la gente, pues se relaciona con enfermedades que van del estrés a la diabetes, cáncer y Parkinson, por mencionar algunas (https://conacyt.mx/wp-content/uploads/documentos/glifosato/Dossier_formato_glifosato.pdf).
Curadora del Museo Cencalli “La Casa del Maíz”, en el Conjunto Cultural Los Pinos, y participante en la elaboración del expediente para que la cocina mexicana se reconociera como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, e integrante de la campaña Sin Maíz no hay País, Barros destaca que la preocupación sobre el maíz transgénico y el uso del glifosato viene de tiempo atrás. Incluso en Estados Unidos hay un sin número de demandas contra la compañía Monsanto (propiedad de Bayer). Información periodística en internet revela que hay demandas en varios países y la transnacional ha pagado miles de millones de dólares.
La investigadora cuestiona por qué no se plantearon estos problemas con la misma firmeza cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN, ahora T-MEC) en 1994. Dice que de entonces a la fecha se han acumulado datos impresionantes que obligan a hacer un alto en el camino para revisar qué sucede y cuidar la salud del medio ambiente y de las personas “por encima de cualquier otra prioridad”:
“Con estos datos sería más que suficiente para comprobar el daño, independientemente de que el propio maíz transgénico –sin el glifosato– puede causar daños; los causa, sobre todo en un país como México donde se consumen 300 millones de tortillas al día, por lo tanto estamos en una condición muy distinta a la de la población de Canadá o Estados Unidos, porque es nuestro alimento prioritario, no podemos arriesgar nuestra salud”.