>CONMEMORAN EL 200 ANIVERSARIO DE LA CONSUMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO
Con los tratados de Córdoba en 1821, fue cuando Iturbide entró triunfante a un país independiente.
A 7 meses de haber proclamado el Plan de Iguala, y a 1 mes de haber firmado los tratados de Córdoba, sin violencia, sin derramamiento de sangre.
El 27/sep/1821 fue, según Carlos María de Bustamante, “el día más feliz de nuestra historia”; cuando el ejército trigarante; encabezado por Iturbide y Guerrero , entro a la capital para jurar la independencia. El Ejército Trigarante estaba formado por una columna de 16,134 hombres, 7,955 caballos y 68 piezas de artillería, distribuido, 10 secciones de caballería, y 10 de infantería. Lo encabezaba Iturbide y 24 generales, en la imagen los nombres.
Hombres y mujeres de todas las edades lucían en el pecho distintivos con los colores de la nueva bandera como emblema de la independencia: el blanco, simbolizando la pureza de la religión; el rojo, la unión entre mexicanos y españoles, y el verde la independencia.
Hace 200 años que el Ejército Trigarante entró a la ciudad, marchó por Bucareli, dio la vuelta a la derecha por la calle del Calvario y en la calle de Corpus Christi prosiguió su marcha por un costado de la Alameda. Cruzó la calle de Santa Isabel (hoy Eje Central Lázaro Cárdenas), pasó junto al convento de San Francisco y frente a la casa de los Azulejos, y por Plateros (hoy Madero) finalmente entró a la Plaza Mayor (hoy conocida como Zócalo).
Durante el trayecto, Iturbide, Guerrero y su ejército estuvieron acompañados por aclamaciones de júbilo de la multitud. A lo largo del recorrido las calles lucían imponentes y engalanadas. Los balcones de las casas ricas estaban adornados con colgaduras, destacando los colores de la bandera tricolor. En su camino el jefe del Trigarante se apeó de su caballo bajo un arco triunfal, en la esquina del convento de San Francisco. Allí lo recibieron los regidores del Ayuntamiento para entregarle las llaves de la ciudad entre aplausos, marchas militares, salvas de artillería y el repique de campanas de las iglesias de la capital, que al unísono celebraban el triunfo de la independencia.
Iturbide, de frac, botas, sombrero con tres plumas y una banda tricolor, irradiaba gallardía.
Montaba su caballo y, acompañado de los miembros del Ayuntamiento y los indígenas de las parcialidades de Santiago, continuó su marcha al Palacio Virreinal, entre las aclamaciones del público. Allí fue recibido por Juan O’Donojú, último capitán general de Nueva España, que prácticamente ya no pudo ocupar el cargo, pues cuando arribó a Nueva España, la independencia era un hecho.
Iturbide y O’Donojú salieron al balcón principal para ver el desfile de las tropas entre vítores y aplausos de la multitud en gratitud hacia Iturbide.