EN PEQUEÑO PUEBLO FRONTERIZO, RECURREN A CREATIVIDAD MIENTRAS CONTINÚA ESPERA POR REAPERTURA

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>Habitantes de Boquillas optan por creatividad ante prolongado cierre.

Big Bend National Park — Estados Unidos reabre sus garitas en la frontera con México este lunes, pero en el pueblo mexicano de Boquillas, junto al río Grande, las cosas pasan más lento.

Ubicado a la sombra del Parque Nacional de Big Bend, los habitantes de Boquillas tendrán que esperar al menos una semana más para que la administración del parque se coordine con Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) para abrir el cruce el 17 de noviembre.

Pero el pueblo está tan acostumbrado a ser relegado que habitantes como Verónica Ureste han aprendido a ser creativos para sobrevivir.

Esta semana Ureste montó a caballo hasta la mitad del río con una enorme sonrisa y una mochila llena de mandiles hechos a mano para clientes estadounidenses que contactó en Facebook.

Antes de la pandemia, ella y otros moradores de Boquillas vendían las artesanías en persona a turistas que venían del parque nacional. Ahora hace sus negocios a través de internet.

Ella, como muchos otros, depende de familiares y amigos en Estados Unidos que pueden viajar legalmente largas distancias a México para recoger la mercancía.

Algunos se encuentran con sus clientes a la mitad del río para entregar los artículos de fino acabado.

“Al principio estaba muy asustada. Casi no usaba Facebook; ni siquiera sabía cómo poner un post”, dijo Ureste, de 34 años, con dos hijos.

Tiene clientes de ciudades lejanas como Dallas, San Antonio y Houston; o de lugares cercanos como Marfa, Alpine y El Paso, dice.

“Mi inglés no es muy bueno, y escribía peor. Tuve que usar mucho el traductor. Ahora me siento bien usándolo; estoy mejorando”.

Cuando la pandemia detuvo el grueso del tráfico transfronterizo en marzo de 2020, fue un golpe devastador para las comunidades ubicadas junto al río Grande, pero pocas lo sintieron más fuerte que Boquillas.

De poco más de 200 habitantes, el poblado depende del turismo, texanos y visitantes del parque que cruzan el río en pequeños botes de remo o a caballo para hacer compras, comer y beber despreocupadamente.

Parte del encanto del pueblo es su aislamiento, el cual al mismo tiempo un gran obstáculo.

La tienda Rio Grande Village Store en el parque nacional está a solo minutos del punto de cruce de Boquillas; pero en el lado mexicano, las tiendas de abarrotes más cercanas están a unas cuatro horas de distancia, en Músquiz, Coahuila.

Por si fuera poco, desde el comienzo de la pandemia, por el cruce de Boquillas no se ha permitido el paso ni siquiera al tráfico “esencial”. Fue cerrado por completo.

El puerto de entrada ha estado bajo la operación conjunta del Servicio de Parques Nacionales y de la Patrulla Fronteriza desde 2013.

“Comparemos Boquillas, por un lado, con El Paso-Juárez, por el otro, donde hay grandes autopistas, líneas de ferrocarril, un enorme tráfico de carga y comercio”, planteó Bob Krumenaker, superintendente del Parque Nacional de Big Bend.

En base a esa comparación, dijo, “nada es ‘esencial’ en Boquillas… de modo que Boquillas probablemente es el primero de todos los puertos en cerrar y el último en abrir, porque desde un punto de vista económico, en términos globales, ahí no pasa gran cosa”.

Reconoció que la situación ha sido “bastante dura para la gente de Boquillas”, y espera que la frontera en este punto sea abierta pronto.

“Visitar un pueblito mexicano es parte de la experiencia del visitante del Parque Nacional de Big Bend”, dijo.

“No existe otro parque nacional en Estados Unidos donde, como parte de la bastante segura y bien manejada experiencia recreativa o de conservación, también pueda conocer un pedacito de otro país”.

 

¿Qué pasa en Presidio – Ojinaga?

Río arriba, la ciudad de Presidio, Texas, con su longeva población de alrededor de 5,400 habitantes, se apoya en la ciudad hermana de Ojinaga, con sus más de 24,000 habitantes.

En el local de Dollar General de Presidio, ubicado a unos cinco minutos caminando desde el punto de cruce, la gerente Azucena Romero es escéptica de que realmente vayan a abrir la frontera a los mexicanos vacunados el 8 de noviembre.

“Han estado diciendo lo mismo desde hace mucho… el mes que viene, el mes que viene, y siempre lo cancelan”, dijo, aunque a sus clientes les tiene un mensaje: “Estamos listos, estaremos listos. Los necesitamos”.

Romero calcula que hasta el 70% de los clientes de Dollar General son mexicanos.

Debido a las restricciones por la pandemia, el número de clientes cayó más de la mitad, a unos 300 por día, lamentó.

Brad Newton, administrador municipal de Presidio, dijo que la ciudad perdió alrededor de $350,000 en impuestos sobre la venta ante la ausencia de los consumidores mexicanos.

Eso es un monto vital para una ciudad cuyo presupuesto es de $3.9 millones.

Algunas tiendas cerraron.

“Ya queremos que vuelva la familia”, dijo Newton. “Nos sentimos solos”.

Cerca del 89% de la población del condado de Presidio ya está totalmente vacunada.

Al otro lado del río, en Ojinaga, el alcalde Andrés Ramos dijo que la reapertura de la frontera es importante no solo para reestimular mutuamente las dos ciudades sus economías, pues el paso de estadounidenses mayormente se mantuvo durante la pandemia, sino también para reconectar a las familias.

“Presidio está lastimado y tenemos que ayudarle”, dijo Ramos, antes de agregar que aproximadamente la mitad de la población de Ojinaga está vacunada.

Mientras la ciudad espera más vacunas, Ojinaga emplea medidas de prevención, como requerir el uso de mascarilla.

Pero aquí, en el corazón de Big Bend, sus habitantes, como las inmensas rocas de la región, se apoyan unos en otros buscando sustento.

La coexistencia a veces es complicada.

Esta no es la primera vez que a los habitantes de Boquillas como Ureste se les impide el paso a Estados Unidos.

Después de los atentados terroristas del 9/11, los cruces informales fueron suspendidos, y así permanecieron más de una década.

En 2013 la frontera fue reabierta, pero con un nuevo formato: el puerto fronterizo ahora era operado conjuntamente por empleados del Servicio de Parques Nacionales y, a distancia, por agentes aduanales.

La reapertura fue catalogada como un hito histórico de buena voluntad por los gobiernos de Estados Unidos y México.

El prolongado cierre dejó enseñanzas para esta pandemia. Una vez más, los habitantes de Boquillas han tenido que ingeniárselas y atenerse a la buena voluntad de gente de fuera.

 

Durante el verano, relató Ureste, hombres y mujeres en uniforme les hacían señas desde el lado estadounidense del punto de cruce para que fueran a vacunarse. Vacunaron a más de la población de Boquillas.

Este último cierre ha sido difícil más que nada para las mujeres del pueblo, dijo Ureste.

Aunque algunos hombres todavía se arriesgan a cruzar brevemente el río para dejar artesanías en el mirador para a los turistas, la mayoría de las mujeres no se alejan mucho de casa.

“Tenemos que hacer la comida, cuidar a los niños”, dijo. “Cuando la frontera estaba abierta, podíamos salir afuera” de la casa a saludar a los turistas y a entregar la mercancía.

Los hombres regresan en la tarde noche y cruzan el río Grande a caballo para recoger sus cosas y los dólares que les dejan los turistas.

Pese a todo, Ureste dice que no piensa irse de Boquillas, donde muchos de sus vecinos son familiares suyos.

Y aunque el cierre de la frontera por el 9/11 provocó un éxodo del pueblo, estima que no mucha gente se ha ido desde el comienzo de la pandemia.

“Yo he salido y vivido en ciudades grandes, y no me ha gustado”, dijo. “Me gusta aquí”.

A Ureste no le sorprendió oir que la frontera en Boquillas será abierta después que otros puntos de cruce.

“Entendemos que somos un pueblo y que nuestro cruce es diferente”, dijo.

Pero espera el día en que eso por fin suceda.

¿Su mensaje para Estados Unidos?

“Aquí los estamos esperando!”.