HISTORIA DE UN VETERANO DE GUERRA ORIGINARIO DE OJINAGA

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“Estoy siendo arrastrado por los cabellos, el cuello, luchando por respirar, por soltarme. Es horrible el olor del sudor pegajoso de esa mano cubriendo mi boca con fuerza para evitar mis gritos. Muerdo fuerte esos dedos probando así la horrible y salada transpiración de su sangre brotando”.

Valente Valenzuela tenía 19 años cuando se subió a un avión que lo llevó a la guerra de Vietnam en 1968, donde conoció el dolor y los horrores de un enfrentamiento bélico que le han dejado pesadillas que aún hoy, a sus 70 años, sigue teniendo por las noches.

Cuando llegó a Vietnam, dice este hombre originario de Ojinaga, desconocía el punto exacto donde se encontraba y también el motivo de la guerra. Al ser ciudadano americano –hijo de madre estadounidense y padre mexicano- simplemente tenía que cumplir con prestar el servicio militar obligatorio. Los últimos 11 meses de este, los pasó en un campo de guerra.

“Cuando llegué allá no sabía siquiera dónde estaba Vietnam ni de qué se trataba la guerra. Era la época del presidente John F. Kennedy y todo el que cumplía 18 años estaba obligado a prestar servicio militar mismo que empecé en 1966 y en 1968, que era el último año lo pasé en zona de guerra. Íbamos 300 soldados en el avión, volamos durante 18 horas y cuando llegamos al aeropuerto lo estaban bombardeando”, dice.

Mientras viajaba al otro lado del mundo, Valente empezó a escribir un diario mismo que continuaría durante los once meses que permaneció allá.

“Escribía durante el día, para aprovechar la luz del sol porque en las noches no nos dejaban tener luz. Escribí el diario para mi familia por si me pasaba algo, sabía que en cualquier momento podía suceder. Antes de ir te preparan pero nunca estás listo para la realidad”.

EL ENTERRADOR

Durante 5 meses Velante fue el encargado de enterrar los cuerpos sin vida dejados por la guerra. Cavaba fosas y colocaba hasta 7 cuerpos en el mismo lugar e incluso, en algún momento –narra- con los pies los empujaba para que cupieran mejor.

“Eran fosas comunes. Los cuerpos sin vida no podían dejarse a la intemperie para que el enemigo no tuviera indicios de la presencia americana”.

EL REGRESO

Regresar a casa no fue sencillo. Valente venía íntegro físicamente pero destrozado emocionalmente. Al llegar a territorio americano se refugió en un rancho en California de donde no salió hasta 3 años más tarde. La guerra lo había cambiado.

“Cambia la forma de ver la vida. Cuando uno regresa ya no es la misma persona. Mi madre me dijo que traía mis demonios y sí, los traía, uno vuelve mal de ver tanta muerte, cosas injustas, me tocó ver niños, mujeres y personas inocentes muertas, gente que no tiene nada que ver con la guerra. Cuando uno llega allá empieza una cuenta regresiva en el calendario, vas restando los días que te quedan en el frente de batalla, piensas mucho en que ya no vas a regresar porque de un momento a otro puedes morir. Mi papá escondió todas las armas para que no las tuviera a mi alcance. Yo dormía todo el día y pasaba las noches en vela, como que todavía no regresaba de la guerra. Fue difícil reincorporarme, no había un lugar a donde los veteranos de guerra pudieran atenderse, mis hermanos me tenían miedo, no hablaba, estaba siempre callado, viviendo dentro de mí, pensando en lo que dejé atrás y teniendo pesadillas constantemente, tumbé la puerta de mi recámara 3 veces porque son sueños muy intensos y profundo porque piensas que estás en la guerra…”

El Diario de Chihuahua

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